Trabajar, ahorrar e invertir
A continuación, se desarrollará un plan de inversión para un trabajador de 25 años cuyo perfil del inversor se considera “moderado”. Todos los detalles en la nota.
* Seminario de Inversiones BDI Consultora
Introducción
A continuación, se desarrollará un plan de inversión para un trabajador de 25 años cuyo perfil del inversor se considera “moderado”. El objetivo es consolidar, con trabajo, ahorro e inversión durante 30 años, un ingreso futuro que represente un respaldo económico adicional a la jubilación que percibirá en ese entonces. Los ahorros e inversiones se harán en dólares. Esto porque se la considera una moneda dura, lo que permite esquivar la devaluación del peso argentino. Se invertirá cada dólar ahorrado en el ETF que replica al índice S&P500 (SPY), el cual incluye a las 500 empresas de mayor capitalización bursátil del mercado Estadounidense, lo cual nos permite diversificar riesgos desde el punto de vista sectorial. Se analizará cuál podría ser su rendimiento dados diferentes escenarios.
Plan de inversión
El capital inicial para invertir es de $1000. A partir del segundo año, se propone realizar inversiones mensuales de $100 y ajustar el valor de éstas conforme al aumento de su sueldo, ya que la inversión realizada es un porcentaje de sus ingresos. Estimamos aumentos anuales del 5% sobre el sueldo.
Para el caso de estudio se proponen tres escenarios posibles:
- Escenario pesimista: al tratarse del peor escenario posible, tomamos como referencia el menor rendimiento que tuvo el índice en periodos de 30 años, esto sucedió entre los años 1928 y 1958 que arrojó un rendimiento promedio anual del 6,69%.
- Escenario moderado: para este escenario se utilizará el rendimiento promedio anual de los últimos 30 años del 9,32%.
- Escenario optimista: al tratarse del mejor escenario posible, tomamos como referencia uno de los mayores rendimientos que tuvo el índice en periodos de 30 años, esto sucedió entre los años 1970 y 2000 que arrojó un rendimiento promedio anual del 11.18%
Para los tres escenarios, el ahorro acumulado al finalizar los 30 años será de 80.726,62. Con el objetivo de evitar redundancias, nos limitaremos a exhibir la evolución del ahorro e inversión para cada caso en forma de cuadro, destacando la diferencia cada 10 años entre la estrategia de ahorrar e invertir y la de solo ahorrar.
A primera vista y como era de esperar, el interés compuesto hizo su magia y logró que el capital invertido ampliará la brecha con el capital ahorrado a medida que transcurrían los años. Para poder entender la magnitud de lo que se podría lograr invirtiendo periódicamente los ahorros y como el largo plazo juega a nuestro favor, se detallo para cada escenario la ganancia perdida, partiendo desde la diferencia entre haber decidido ahorrar e invertir o solo ahorrar.
Llamamos a esta diferencia pérdida debido al costo de oportunidad, un concepto económico que se refiere al valor de la mejor opción sacrificada al elegir una alternativa sobre otra. En nuestro ejemplo, sería aquel costo que tiene el individuo si hubiera elegido solo ahorrar (la peor alternativa) en lugar de optar por ahorrar e invertir (la mejor alternativa).
¿Es tan fácil como parece?
Sin ánimos de querer agregar demasiado suspenso a la pregunta, la respuesta sería que no lo es. El hecho de que no sea tan fácil como parece se debe a dos cuestiones fundamentales, la psicología conductual y la dificultad que conlleva sistematizar las actividades trabajar, ahorrar e invertir.
Enfocándonos en la última barrera que podría surgir en el camino hacia la meta financiera de cualquier inversor, es crucial comprender, en primer lugar, que son muy pocas las personas que logran estructurar su trabajo de manera que les permita acumular ahorros significativos. De este reducido grupo, aún menos personas son capaces de mantener una disciplina constante en el ahorro. Finalmente, entre esta minoría selecta, son aún menos aquellos individuos que logran invertir sus ahorros de manera inteligente. Por ejemplo, el individuo de 25 años mencionado en este análisis ha logrado superar cada uno de estos tres pilares fundamentales, allanando así el camino hacia una segunda jubilación.
La psicología conductual es mucho más de lo que vamos a detallar en este trabajo, pero si vamos a proporcionar una idea de lo que es y la gran importancia que tiene en el mundo de las inversiones. Se puede definir la misma como: un campo que se centra en comprender cómo los factores psicológicos y emocionales influyen en las decisiones financieras y en los comportamientos de los inversores. Para ver cómo de importante es este campo en las finanzas, vamos a mostrar primero algunos datos para luego detallar las observaciones.
A continuación, vamos a mostrar en el gráfico 1.1 las fluctuaciones que tuvo el S&P 500 en el periodo que va desde 1970 a 2023. En el mismo se van a encontrar los rendimientos anuales compuestos del ETF, teniendo en cuenta los siguientes lapsos de tiempo: un año, cinco, diez, quince, veinte y por último 30 años. Esta distinción del rendimiento, teniendo en cuenta los distintos periodos antes dichos, se propone para que se pueda ver gráficamente cómo el simple hecho de haber comprado y mantenido este ETF en cartera ha generado rendimientos positivos, siempre y cuando del largo plazo hagamos referencia. Pero, el largo plazo es muy relativo dependiendo de la persona, situación o contexto, por lo que más adelante se definirá de cuánto tiempo estamos hablando.
A medida que extendemos nuestra presencia en el mercado a lo largo del tiempo, observamos una disminución en la volatilidad de los rendimientos. La curva azul, que representa el rendimiento anual en intervalos de un año, muestra que, aunque alcanza niveles destacados con un rendimiento anual del 56.54% en julio de 1983, también registra los rendimientos negativos más pronunciados, llegando a -44.43% en marzo de 2009. Sin embargo, al mantener el ETF en la cartera durante un período de 5 o 10 años, representado en el gráfico con la curva roja y amarilla respectivamente, estos extremos en los rendimientos positivos y negativos tienden a reducirse, resultando en una disminución de los períodos en los que se obtienen rendimientos negativos.
La curva verde, que refleja el rendimiento anual en períodos de quince años, se destaca siendo la primera en no registrar rendimientos negativos, su desempeño menos favorable se observa en marzo de 2015, alcanzando un modesto 1.93% y el más favorable en junio de 1999 alcanzando un beneficioso 15.53%. A partir de este periodo, se puede apreciar gráficamente como en ningún otro se obtienen rendimientos anuales negativos. Siguiendo la misma lógica y por último, el lapso de 30 años manteniendo el ETF en cartera, representado en el gráfico por la curva celeste, es el que más achicó la brecha entre su rendimiento anual máximo del 10.41%, alcanzado en junio del 2000 y su mínimo del 6.82%, alcanzado en el mes de octubre del año 1992.
Si se hubiera invertido $10,000 en junio de 1970, cuando la cotización era aproximadamente de $72.72, el rendimiento habría sido notable. En junio de 2000, cuando la cotización alcanzó un precio alrededor de $1,454, la inversión habría crecido hasta casi alcanzar los $200,000.
Para alcanzar los rendimientos a largo plazo proyectados, es necesario atravesar numerosos momentos de resultados negativos, como el -44.43% obtenido en marzo de 2009 el cual necesariamente tiene que aumentar en un 79.95% para alcanzar su precio de compra. En otras palabras, participar en los beneficios que ofrece el largo plazo implica inicialmente experimentar la imprevisibilidad que caracteriza al mercado en el corto plazo. Es por esta razón que la psicología desempeña un papel crucial en la consecución de objetivos económicos a largo plazo. Si permitimos que nuestras emociones guíen nuestras decisiones financieras, existe la posibilidad de vender en un momento desfavorable (a un precio bajo) y comprar también en un momento inoportuno (a un precio elevado). En contraste, si se ejecutara el plan de inversión propuesto al inicio del trabajo, que implica la adquisición periódica del activo sin importar el precio, dejaremos esos sesgos cognitivos asociados a la ambición de querer ganarle al mercado y pasaremos a ser parte integral del mismo. Lo beneficioso de “ser el mercado” es que, teniendo en cuenta como se ha comportado a lo largo de la historia, sus rendimientos anuales tienden consistentemente hacia su media, la cual resulta ser de 8% aproximadamente.
Solo nos queda responder ¿Qué es el largo plazo? Para nosotros, es aquel periodo temporal mínimo en el cual el activo a invertir no haya sufrido rendimientos anuales negativos, por ello, con ayuda del gráfico anterior nos pudimos dar cuenta que este periodo se encontraba entre los 10 y 15 años.
Conclusión
Trabajar, ahorrar e invertir sistemáticamente generan un rendimiento positivo si dichas actividades se llevan a cabo en el largo plazo. Bajo los supuestos planteados, sólo con ahorrar mes a mes una porción del salario, se podría obtener un total de $80.726,62 en 30 años.
Esto es una muestra más de lo significativo que es separar una porción de dinero, y no gastarlo ni consumirlo hoy, sino invertirlo en instrumentos que puedan generar alguna ganancia (a cambio de asumir un riesgo) y se reflejen en una mayor disponibilidad para un consumo futuro. Cabe aclarar, que esto sólo se puede lograr siendo constante y disciplinado con respecto al ahorro.
Para poder dar un cierre y a su vez reflejar mejor la diferencia entre los distintos escenarios propuestos, elaboramos un gráfico en donde se muestran los tres en comparativa.
Aunque para simplificar el análisis no hemos considerado el impacto de la inflación, es esencial reconocerla como uno de los principales desafíos para los inversores. La forma más efectiva de protegernos contra sus efectos es elegir inversiones apropiadas y adoptar una estrategia de inversión a largo plazo.
La renta variable diversificada ha demostrado ser una opción sólida, asegurando que el dinero conserve su valor real a pesar de la erosión causada por la pérdida del poder adquisitivo. Es importante señalar que los rendimientos positivos pasados no garantizan rendimientos positivos futuros, pero ofrecen información esencial sobre cómo un activo ha respondido a diversas variables, permitiendo tomar decisiones informadas.
En resumen, el proceso de trabajar, ahorrar e invertir se revela como un ciclo vital hacia la estabilidad financiera y el crecimiento económico personal, además de aportar para el fortalecimiento de la economía en su conjunto.
* Seminario de Inversiones BDI Consultora