Qué esperar de las elecciones en Latam y los riesgos que enfrenta Milei en 2024
El tablero político latinoamericano comienza a moverse en el 2024, con una tendencia hacia la reelección de los partidos gobernantes en varios países de la región, incluyendo a México y Venezuela. Así lo señaló en conversación con Bloomberg Línea el analista de The Economist Intelligence Unit, Nicolás Saldías.
*Nota elaborada por Bloomberg Línea
Para el uruguayo, quien reside y trabaja en los Estados Unidos, esta dinámica contrasta con años anteriores, donde las reelecciones fueron la excepción, tal como lo señalan los casos de Argentina y Brasil. Sin embargo, el panorama en Uruguay y Panamá presentan un alto nivel de incertidumbre, debido a la fragmentación partidaria y los cambios internos en los principales actores políticos.
Más allá de sus elecciones, y en medio de conflictos internacionales como la guerra en Ucrania, las tensiones entre Estados Unidos y China, y el conflicto en Israel en el resto del mundo, Latinoamérica muestra ciertas ventajas en términos de estabilidad y seguridad para las cadenas de suministro, especialmente en relación con Estados Unidos. La región se beneficia de su proximidad geográfica a Estados Unidos, y podría atraer inversiones mediante estrategias de nearshoring y friendshoring, aprovechando acuerdos comerciales y relaciones diplomáticas estables.
En Argentina, la sorpresiva elección del outsider, Javier Milei marcha sin mayores sobresaltos a pesar de un duro ajuste de las cuentas públicas, aunque su principal batalla se seguirá dando en el ámbito legislativo, señaló Saldías.
La siguiente conversación fue editada por motivos de extensión y claridad.
Bloomberg Línea: Latinoamérica parece partida a la mitad en términos de izquierda y derecha. ¿Cómo prevés que termine el año después de las elecciones en México, Venezuela, Uruguay y Panamá?
Nicolás Saldías: Por primera vez en años, muchos de los países de la región que celebran elecciones en 2024 verán a los partidos gobernantes ser reelegidos. Antes de 2024, en los últimos años, solo hemos presenciado una elección en la región donde el partido gobernante ha ganado la reelección: Paraguay en 2023. En 2024, ya hemos observado en El Salvador que Nayib Bukele fue elegido nuevamente con una abrumadora mayoría en las urnas.
En el Economist Intelligence Unit (EIU) pronosticamos que el partido gobernante será reelegido en México, con las encuestas mostrando que Claudia Sheinbaum, el delfín de Andrés Manuel López Obrador, ganará por un estrecho margen en las elecciones de junio. Pronosticamos que el popular presidente de la República Dominicana, Luis Abinader, ganará su reelección en las elecciones celebradas en mayo.
También creemos que el presidente venezolano, Nicolás Maduro, ganará su reelección, aunque la elección no será ni libre ni justa. En el caso de Panamá, creemos que habrá un cambio de gobierno, pero es difícil determinar quién puede ganar debido al alto nivel de fragmentación partidaria y al poco interés de la población en la política. Sin embargo, las encuestas muestran que José Raúl Mulino de Realizando Metas es el favorito para ganar, aunque con un mandato débil.
En el caso de Uruguay, aún no hemos llamado a elección por varias razones. La principal es que necesitamos saber quién ganará la interna del principal partido de oposición, el Frente Amplio. Las encuestas muestran que el ex intendente de Canelones, Yamandú Orsi, es más competitivo que la intendenta de Montevideo, Carolina Cosse. Creemos que cualquiera de los dos se enfrentará al candidato presunto del partido nacional, Álvaro Delgado, en la segunda vuelta en noviembre. Por ahora, podemos decir que la elección será muy competitiva gracias a la alta identificación partidaria en el país (un caso casi excepcional en la región), con relativamente pocos votantes que podríamos designar como independientes.
En términos de la balanza entre la izquierda y la derecha en la región, no habrá grandes cambios este año. Mirando más adelante, creemos que en 2025 la derecha ganará en Chile, desplazando a la izquierda del poder. Hay dos incógnitas en esa elección. La primera es qué tipo de derecha, una derecha moderada o una derecha dura. La segunda es si veremos el surgimiento de un outsider de la política, fuera de las estructuras partidarias, para ser competitivo, como en el caso de Javier Milei en Argentina.
¿Qué oportunidades hay para Latinoamérica en un mundo tan convulsionado por la guerra en Ucrania, el conflicto en Israel y una tensión latente entre Estados Unidos y China?
La región tiene un gran activo: estar distante de los demás. Hay poco riesgo de que las guerras actuales o futuras afecten directamente a la región. Por esa razón y la proximidad geográfica que la región tiene con los EE. UU., aseguran que las cadenas de suministro a ese país son más seguras que las vinculadas a Asia oriental. La aceleración de la fragmentación económica mundial, motivada por tensiones geopolíticas, demuestra que es cada vez más importante en la mente de los policy makers y empresarios asegurar la resiliencia de sus operaciones. Entonces, los países en la región (especialmente aquellos más cerca de los EE. UU. y que tienen tratados de libre comercio con ese país) van a beneficiarse del proceso de nearshoring (México, República Dominicana, Costa Rica, Colombia).
Hay otros países en la región que tienen democracias plenas, con altos estándares de vida y un estado de derecho establecido, que van a tener otro tipo de beneficios por el proceso de “friendshoring”, que probablemente atraerá más inversión en servicios (Chile y Uruguay). Una demostración del creciente interés en estrechar relaciones económicas entre los EE. UU. y la región es el proyecto de ley llamado el “Americas Act”. Este proyecto bipartidario propone que países en la región puedan integrarse al Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (USMCA en inglés).
Algunos de los países interesados en la propuesta incluyen Costa Rica y Uruguay, que son democracias plenas y que tienen una buena imagen en Washington, D.C. Pero hay barreras importantes para este proyecto de ley, incluyendo un creciente escepticismo hacia el libre comercio en los EE. UU. y la posible reelección de Donald Trump, quien tiene un plan muy proteccionista que incluye una propuesta para aumentar aranceles a todos los países.
En el corto y mediano plazo, ¿los principales focos de inversión seguirán siendo en oil & gas, cobre, litio y el agro? ¿Es factible pensar en una región que deje de depender de las materias primas?
En primer lugar, es importante señalar que la región está captando montos importantes de inversión extranjera directa (IED) en el mundo. Según datos de UNCTAD, en 2023 la región recibió US$209 mil millones en inversión directa, lo que representó un 15.3% del total del flujo de IED en el mundo, más del doble del peso de la región en términos de PIB mundial (6.3% en 2022). Además, el valor de los proyectos “greenfield” en la región, que en 2023 estaba valorado en US$1.2 billones, representa el 7.4% del total mundial.
En términos de todos los proyectos “greenfield” anunciados para el mundo en 2023, solamente US$58 mil millones (4.3% del total) se destinan a proyectos categorizados como extractivos. La mayoría de los proyectos de IED en la región van a varios sectores que no están vinculados al sector extractivo. Teniendo eso en cuenta, la región debe incentivar más inversión en el sector extractivo. La extracción es clave para el desarrollo de las economías de la región, dado que posee enormes reservas de minerales críticos para la transición energética.
No creo que haya un “trade-off” entre la extracción y el desarrollo; mucho depende de las políticas que los estados implementen para crear las condiciones propicias que permitan a los inversores desarrollar una cadena de valor que agregue valor a los minerales y productos del campo (“upstream y downstream linkages”). Por ejemplo, en el caso chileno, compañías han anunciado inversiones importantes para crear capacidad de refinación de litio en el país, aprovechando una política que otorga a estos inversores acceso al litio chileno a un precio más bajo del mercado si invierten en agregar valor en el país.
Creo que los países de la región tienen una gran oportunidad de crecer, pero para aprovecharla deben invertir en sus capacidades para diseñar e implementar políticas favorables a la inversión y, al mismo tiempo, a la inclusión social. Otra razón por la que soy optimista es por las razones que mencioné anteriormente: la región se beneficiará del proceso de fragmentación económica y es probable que veamos más inversión extranjera en la región para agregar valor a las materias primas y comenzar a romper el casi monopolio de refinación chino. Ya vemos que con el “Inflation Reduction Act”, los países que tienen un tratado de libre comercio con los EE.UU. pueden beneficiarse de los créditos fiscales que probablemente incentiven la inversión en estos países, especialmente estoy pensando en el caso chileno.
¿Qué balance hacés del Gobierno de Javier Milei hasta la fecha, tras su discurso en Davos, reunión con Elon Musk y discurso en el rally de Donald Trump? ¿Cuáles son sus principales activos, déficits y riesgos yendo para adelante?
Javier Milei es un fenómeno novedoso en la política. Logró convertirse en presidente del país rompiendo el bipartidismo argentino establecido en las elecciones de 2015, sin contar con un aparato partidario ni el apoyo de gobernadores o movimientos sociales. Su éxito se debe a las redes sociales y a una personalidad perfecta para volverse viral. Su discurso “anti-casta” reflejó el hartazgo que la mayoría de los argentinos sentían hacia los dos partidos tradicionales. Milei todavía utiliza este discurso para mantener su apoyo político, y según varias encuestas, mantiene un alto nivel de respaldo a pesar de una grave recesión. Una razón parece ser que la gente todavía confía en que su política pro-mercado logrará efectos positivos. Sin embargo, creo que ya estamos viendo los límites de la paciencia social frente al ajuste, como lo demostró la marcha multitudinaria en contra del ajuste en las universidades.
A favor de Milei está el sorpresivo ajuste fiscal que, en el primer trimestre, logró un superávit financiero. Sin embargo, existen dudas sobre la sostenibilidad del superávit, ya que el Estado ha detenido la obra pública, ha terminado con las transferencias discrecionales a las provincias, no ha pagado a las distribuidoras de electricidad, y una parte importante de los ingresos están vinculados a impuestos distorsivos como el Impuesto PAIS y los derechos de exportación que Milei quiere eliminar. Para generar más confianza en la sostenibilidad de su plan, es crucial que el Gobierno logre aprobar leyes en el Congreso, especialmente la reforma fiscal. Si el Gobierno logra aprobar la ley de bases y la fiscal, el riesgo país disminuirá y la confianza en la sostenibilidad de las reformas podría convertirse en un proceso virtuoso de crecimiento basado en la inversión. Sin embargo, si las leyes no son aprobadas, el programa de Milei podría estancarse y no creo que culpar a la casta sea suficiente para los argentinos ni para los inversores.